domingo, 22 de febrero de 2015

AVASH AVASH



Nos da mucha pena nuestro ladrón. Solemos dejar las bicis aparcadas en la plaza principal, rodeadas de gente. Pero a las nueve de una mañana heladora, nadie camina por las calles de Cetinje. Nadie excepto el personaje avispado que abre la bolsa del manillar de una bicicleta cargada de bultos, seguramente con la esperanza de encontrar un buen botín. Tiene apenas unos segundos para efectuar la maniobra antes de que alguien le vea, pero la faena tiene buena pinta: agarra un par de fundas de gafas y debajo de ellas encuentra una petaca con rakja. Piensa que hoy es su día de suerte, va a sacar un buen dinero vendiendo las gafas y lo celebrará con un trago. Lo que aún no sabe el pobre ladrón es que una de las fundas está vacía porque Gabi prefiere meterse las gafas en el bolsillo como paso previo a perderlas o espachurrarlas; tampoco se imagina que dentro de la otra funda guardamos parches y pegamento para los pinchazos; y tampoco tiene por qué imaginarse que la petaca es un regalo del que ya hemos dado buena cuenta. Cuando volvemos de la visita al monasterio ortodoxo y evaluamos las pérdidas, solo lamentamos la pérdida del regalo (aún tardaremos dos semanas en percatarnos de que nos faltan las fundas). Dicen los bereberes que si alguien toma lo que no es suyo no hay que achacar la culpa al ladrón, sino al antiguo propietario, por no haber sido más responsable con sus posesiones.

Disfrutando el paisaje invernal.