viernes, 30 de enero de 2015

LA CHISPA



Dos meses deseándote y solo dos semanas para aburrirme de ti. Querida costa croata, querida Dalmacia, has vendido tu belleza al extranjero, has perdido autenticidad por hacer negocio, has revitalizado tus raíces traicionando tus frutos. No es culpa tuya, has hecho lo que creías correcto, pero no eres para mí. Estoy cansada de tus aguas turquesas, tus acantilados ya no me impresionan, no tengo interés en zambullirme en tus calas. Las mandarinas se marchitan en las ramas, ¿por qué no me dejas disfrutar de tus olivas? Mi querido mar, no eres tú, soy yo. No puedo pretender ser un animal de agua salada, cuando soy un pez de agua dulce. No soy sirena, sino salmón.

Vista del Adriático

viernes, 2 de enero de 2015

LOS CISNES DEL ADRIÁTICO



Pedalear bajo cero puede resultar divertido. Las manos están aún calientes dentro de los poguis, cubiertas solamente con unos finos guantes de lana sin dedos. Los pies hacen lo que pueden con tres pares de calcetines y en la alforja aún están esperando los pantalones térmicos y el abrigo de invierno. Por la noche, la solución de meter un saco de verano dentro de uno de primavera da resultado. La tienda también nos aísla del exterior. Bajo nuestro techo de tela siempre estamos sobre cero y a veces, en mitad de la noche, hasta tenemos que quitarnos capas de ropa. De momento vamos bien, pero hay un nombre que no deja de repetirse en la boca de quienes nos encontramos por el camino; cuando un viento tiene nombre (como nuestros viejos amigos, el Cierzo y el Mistral) es digno de ser tenido en consideración, pero en el caso del Bura, debería tener hasta apellidos. Oriundo de Rusia, reparte su aliento gélido por Europa, cubriendo el continente de un manto blanco. Cuando llega a la costa croata, la masa de aire frío choca con el Velebit y huye ladera abajo cuando lo sobrepasa, surcando la costa con furia. Frane nos contaba que hace unos años el Bura vino huracanado, con rachas de más de 200 km por hora, y en aquella ocasión había visto a una mujer volando por las calles de Split. En el interior, el frío siberiano convierte a los valles croatas en una continuación de la estepa. Cuando pasemos por Gospić tendremos suerte por ver el mercurio sobre cero, pero Danka nos dice que hace pocos inviernos, en ese mismo lugar, se alcanzaron los 29 grados bajo cero,  en la misma época del año. 
Pelete y todo congelado.