No
voy a decir que celebremos los descalabros, pero tanto confiamos en que lo que
mal empieza, bien acaba, que cada vez saboreamos más las desdichas. Decía
Marisa, nuestra amiga misionera, que en ocasiones la vida es una olla de agua
hirviendo. Si metes en la cacerola un huevo, al cocerse se vuelve duro; pero si
cueces una patata, esta se reblandece. Está en nuestra voluntad decidir cómo
afrontamos las circunstancias y sabemos que el karma es nuestro fiel compañero
de viaje.
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Un poco más de cinta aislante aquí... un poco más allá... |