La libertad del ser humano ha de ser triple: libertad de
palabra, libertad de acción y libertad de pensamiento. Ese era el lema del
batallón de Davor, soldado croata que ha vivido conforme a ello con la firme
convicción de que el amor universal y el pacifismo nos harán igualmente libres.
Creíamos que el horror ya había agitado lo suficiente Europa
tras la Segunda Guerra Mundial. Probablemente nadie pensaba en la posibilidad
real de que un nuevo conflicto bélico pudiera sacudir el viejo continente, que
parecía haber superado su tendencia a los genocidios, que creía ingenuamente
haberse despedido del derramamiento de sangre entre hermanos, que quería creer
que ya no mandaba la pólvora sino el comercio pacífico. Era una mentira que
apenas se sostenía y que se escurrió entre los dedos de Tito cuando falleció
sin dejar resuelto un conflicto secular en el espejismo que concibió bajo el
nombre de Yugoslavia.
Uno de tantos, Croacia. |