domingo, 28 de agosto de 2016

VOLVER

     Hasta que pongamos al día el Diario de Viaje, os dejamos un breve resumen del final de un viaje y el comienzo de otro.

   Ya en Creta, y a punto de comprar los billetes de ferry a Turquía, revisamos nuestro equipaje, qué teníamos hasta ahora y qué nos faltaba. Y así llegamos a la conclusión de que teníamos dos grandes opciones: la primera, continuar el viaje hacia el Este, recorrer Asia y perdernos otro par de añitos por el continente americano... o coger todas nuestras cosas, e ir volviendo a España, poquito a poco, con la idea de unirnos a un proyecto que fuera interesante, donde poder formar una familia.

    Al principio pensamos en coger directamente un avión desde Atenas hasta Madrid, tanta era la prisa que nos entró por poner en marcha esta nueva idea. Pero, como escuchamos decir a Diego unos meses después en La Gota de Leche de Logroño, después de un viaje tan largo cuando el cuerpo coge el avión, el corazón regresa en burro. Así que tomamos un ferry de Grecia a Italia, cruzamos los Apeninos, y desde Civitavechia nos plantamos en 25 horas en Barcelona.

    Pedalear embarazada ha sido toda una experiencia, sobre todo por aquello de vomitar en todas las cunetas que discurren entre el centro de Italia y Calamocha. Cuando apenas nos quedaban unos 300 km para llegar a casa de la familia de Gabi, a punto de cumplir los tres meses de embarazo, el malestar físico se sumó a la presión de hacer alguna prueba médica para ver qué tal iba todo, así que acabamos por tomar un bus directo a Madrid. Al recorrer los últimos dos kilómetros del viaje en bicicleta, me atrapó la tristeza de haber acabado "haciendo trampas", después de visitar 17 países, recorrer más de 11.000 km, a lo largo de 19 meses de viaje.

    La tripa iba creciendo y las ganas de forjarnos un nuevo futuro también lo iban haciendo. Hasta que dimos con un precioso proyecto de repoblación de Armejún, un pueblo abandonado de las Tierras Altas de Soria, que es ahora nuestra residencia junto a otros cuatro valientes (aunque esperamos que vayan llegando muchos más).

   Os dejamos con una cuña de Radio Al Pilón, donde nos hicieron una entrevista preciosa:

MP3, Especial Companniers

   Una foto de familia, a la que se sumó Silván en junio de 2016:


Y, para los que vivís en Logroño, nos vemos el 14 de septiembre en La Gota de Leche, a las 20:15, donde daremos una pequeña charla, ¡si nos deja el enano! ¡Un besazo gigante a todo el mundo!

Exposición y charla, La Gota de Leche, Logroño, septiembre 2016

martes, 23 de junio de 2015

VIAJE A LA ARKADIA



No voy a decir que celebremos los descalabros, pero tanto confiamos en que lo que mal empieza, bien acaba, que cada vez saboreamos más las desdichas. Decía Marisa, nuestra amiga misionera, que en ocasiones la vida es una olla de agua hirviendo. Si metes en la cacerola un huevo, al cocerse se vuelve duro; pero si cueces una patata, esta se reblandece. Está en nuestra voluntad decidir cómo afrontamos las circunstancias y sabemos que el karma es nuestro fiel compañero de viaje.

Un poco más de cinta aislante aquí... un poco más allá...

jueves, 23 de abril de 2015

¿EN QUÉ MUNDO VIVIMOS?




“Porque toda la ley en una palabra se cumple en el precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis unos a otros, tened cuidado, no sea que os consumáis unos a otros”.
Gálatas, 5, 14-15.

Octubre del año 1809. Un joven aristócrata inglés trata de encontrar refugio en mitad de una terrible tormenta que se cierne sobre los montes Pindos, al noroeste de Grecia. Poco tiempo atrás, cuando todavía tenía dinero para pagarse los estudios en la universidad de Cambridge, jugueteaba con el mono que se había traído como compañero de habitación. Un día confesó al macaco que estaba planeando realizar un gran viaje por el Mediterráneo y este le miró con ojillos extraños. Él creyó entender en la mirada del animal que no iba a ser un viaje fácil, menos aún para un hombre cojo, pero le animaba la idea de que la desventura podía ser una fuente de inspiración para su poesía. Lord Byron deambuló por España, Portugal, Malta y Albania antes de perderse en las inmediaciones del monasterio de Zitsa. El poema que surgió de aquella tormenta descansa doscientos años más tarde sobre una placa de mármol. Dave nos ha traído hasta él en nuestro paseo con Tsarli, el perro de Anna y Kostas.

Engendro resultante de mezclar los únicos ingredientes de que dispones: cuscús, palomitas y pipas. Nuestra primera comida en Grecia... ¡Por suerte siguieron otras más deliciosas!

martes, 3 de marzo de 2015

VENCER EL MIEDO AL MIEDO



“Lo que has hecho se convierte en la vara con la que juzgarte sobre lo que harás, especialmente desde la perspectiva de los otros. En cambio, cuando viajas eres lo que eres en ese momento. Las personas no conocen tu pasado como para reclamarte algo. No hay “ayer” cuando estás en la ruta”.  
 William Least Heat-Moon (1931-   ), viajero y escritor americano.


Hace tres años no era un ser humano. El miedo me paralizaba y la ansiedad me carcomía. Al principio sentía los nervios lógicos de acudir por primera vez a un lugar desconocido, pero la bestia se alimentaba de mi inseguridad; creció y se convirtió en un monstruo que devoró mi alma. Como un robot, solo era capaz de frecuentar sitios que me fueran familiares. El último que pude conocer fue la Biblioteca Nacional de España, donde la baja iluminación y la escasa afluencia me hacían sentir cómoda. Pero al cabo del tiempo se me hizo insoportable que cada día me asignaran una mesa distinta, y en pocas semanas fui incapaz de levantarme de mi butaca para solicitar nuevos libros, así que dejé de acudir, aun cuando no había terminado mi trabajo allí. Entonces me refugié en casa, que ni siquiera podía sentir como propia. Por aquella época Gabi y yo andábamos buscando una oportunidad para construir una nueva vida alejada de Las Rozas, donde habíamos compartido piso con un compañero suyo durante un tiempo. Hasta que surgiera algo nuevo nos habíamos instalado en casa de su madre, en las afueras de una urbanización residencial. Solo para ir a comprar el pan había que caminar durante quince minutos, no existía ningún tipo de contacto entre vecinos y para llegar a mi biblioteca era necesaria una hora y media de transporte público. Poco a poco dejé de ir a Madrid, no soportaba el peso de las miradas de los extraños cuando entraba al autobús. Ni siquiera intentaba buscar un asiento vacío, me arrinconaba donde menos pudiera molestar y esperaba a que todo el mundo bajara del bus cuando llegaba al intercambiador de Moncloa para que nadie me viera apearme. Pero el trayecto hasta la parada era cada vez más insoportable: me pesaban las piernas, me temblaban y dolían las articulaciones, un nudo asfixiaba mi garganta cuando buscaba el bonobús entre los bolsillos porque estaba haciendo perder el tiempo tanto a las personas que esperaban para subirse como al conductor. Cuando el bono se acababa no cogía el bus por miedo a pagar en metálico y que las monedas se escurrieran entre mis dedos. Así, dejé de encontrar sentido a salir de casa y exponerme a un mundo de miradas inquisitivas, donde yo solo era un estorbo en la rutina de los demás.