Por estas fechas hace un año empezábamos a pensar en las vacaciones de
verano y a dónde iríamos esta vez. Un par de meses atrás habíamos decidido
abandonar la agobiante capital, Madrid, para probar suerte en algún lugar más
tranquilo. ¡Y tuvimos suerte! Conseguí trabajo en Pamplona y Ainhoa no estaba
atada físicamente a ningún lugar así que estaba decidido, ¡nos íbamos a
Navarra!
Poco a poco nos asentamos y cada vez nos sentíamos más identificados con
Navarra. Vivíamos muy cerca del centro y a la vez cerca de la circunvalación,
así que podíamos escaparnos en cualquier momento a tantos lugares únicos como
la Sakana o la Ultzama, ya sea rodando con la bicicleta o dando paseos por el
monte.
No pasábamos ningún apuro, estábamos a gusto y nos encantaba. Entonces fue
cuando pensando en las vacaciones empezamos con la idea de hacer un viaje por
Armenia y Georgia. De alguna manera nos llamó la atención. El año anterior
disfrutamos de cinco semanas en Japón y nuestro deseo para este año era hacer
algo similar. Creíamos que la vida era descansar 30 días y trabajar el resto
hasta completar 365 días. Nos habían engañado.
Pero fue entonces cuando recordamos esas sensaciones, a la vuelta de Japón,
cuando estábamos empezando a disfrutar. Ese momento en el que nos dirigíamos al
aeropuerto con nuestro billete de vuelta a la realidad que nos obligaba a
despedirnos de 5 semanas de ensueño. Durante
ese regreso a la realidad recordamos las grandes experiencias que hemos vivido.
Sabíamos que era posible llenar de más vivencias nuestro corazón. No era
necesario tener que esperar un año entero de trabajo para que esa maldita
realidad nos abriese las puertas hacia nuestros sueño. Sabíamos que era posible
pero nos acabó engañando otra vez. Volvíamos a querer sueños con fecha de
caducidad.
Así que había que pensar en Armenia y Georgia. Teníamos trabajo, vivíamos de
alquiler, nos gustaba nuestro barrio, gozábamos de salud y no teníamos problemas
económicos. Más de uno tendría envidia de nuestra situación. Habíamos aprendido
a vivir sin lujos, ahorrando mes a mes, gastando únicamente de lo que nos daba
la nómina, sin deber dinero a ningún banco; éramos completamente
autosuficientes y no nos podíamos quejar. ¿Cómo que no? Nos habían arrebatado
nuestra libertad y los sueños seguían teniendo fecha de caducidad.
No es lo que habíamos acordado. Queremos volver a vivir. Que los sueños se
hagan realidad. Que la vida deje de ser aquello que pasa mientras hacemos
planes. Que no nos digan cuándo volver
Está decidido,
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