martes, 11 de febrero de 2014

¡Nos vamos!

Por estas fechas hace un año empezábamos a pensar en las vacaciones de verano y a dónde iríamos esta vez. Un par de meses atrás habíamos decidido abandonar la agobiante capital, Madrid, para probar suerte en algún lugar más tranquilo. ¡Y tuvimos suerte! Conseguí trabajo en Pamplona y Ainhoa no estaba atada físicamente a ningún lugar así que estaba decidido, ¡nos íbamos a Navarra! 

Poco a poco nos asentamos y cada vez nos sentíamos más identificados con Navarra. Vivíamos muy cerca del centro y a la vez cerca de la circunvalación, así que podíamos escaparnos en cualquier momento a tantos lugares únicos como la Sakana o la Ultzama, ya sea rodando con la bicicleta o dando paseos por el monte. 

No pasábamos ningún apuro, estábamos a gusto y nos encantaba. Entonces fue cuando pensando en las vacaciones empezamos con la idea de hacer un viaje por Armenia y Georgia. De alguna manera nos llamó la atención. El año anterior disfrutamos de cinco semanas en Japón y nuestro deseo para este año era hacer algo similar. Creíamos que la vida era descansar 30 días y trabajar el resto hasta completar 365 días. Nos habían engañado.

Pero fue entonces cuando recordamos esas sensaciones, a la vuelta de Japón, cuando estábamos empezando a disfrutar. Ese momento en el que nos dirigíamos al aeropuerto con nuestro billete de vuelta a la realidad que nos obligaba a despedirnos de 5 semanas de ensueño.  Durante ese regreso a la realidad recordamos las grandes experiencias que hemos vivido. Sabíamos que era posible llenar de más vivencias nuestro corazón. No era necesario tener que esperar un año entero de trabajo para que esa maldita realidad nos abriese las puertas hacia nuestros sueño. Sabíamos que era posible pero nos acabó engañando otra vez. Volvíamos a querer sueños con fecha de caducidad.

Así que había que pensar en Armenia y Georgia. Teníamos trabajo, vivíamos de alquiler, nos gustaba nuestro barrio, gozábamos de salud y no teníamos problemas económicos. Más de uno tendría envidia de nuestra situación. Habíamos aprendido a vivir sin lujos, ahorrando mes a mes, gastando únicamente de lo que nos daba la nómina, sin deber dinero a ningún banco; éramos completamente autosuficientes y no nos podíamos quejar. ¿Cómo que no? Nos habían arrebatado nuestra libertad y los sueños seguían teniendo fecha de caducidad. 


No es lo que habíamos acordado. Queremos volver a vivir. Que los sueños se hagan realidad. Que la vida deje de ser aquello que pasa mientras hacemos planes. Que no nos digan cuándo volver

Está decidido, 

¡Nos vamos!


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