miércoles, 14 de mayo de 2014

El rey de Sangüesa

- Y el suelo de la cabaña lo alicaté yo.

    El Rey de Sangüesa le llaman unos. Ha pedaleado por miles de lugares y hablado con todos los lugareños que tuvieran a bien escucharle. Es tan conocido que ha evitado numerosas peleas en las fiestas de pueblos que frecuenta, según él mismo reconoce, con demasiada asiduidad. La bicicleta le ayuda a refrenar su alcoholismo, es consciente de que pedalear completamente borracho es peligro para él y para los demás, y los demás es precisamente lo que más le importa en esta vida.

- Con estas manos he salvado vidas. He hecho masajes cardíacos y he salvado a gente en accidentes. Yo salvé a mi hermano cuando nuestro coche empezó a dar vueltas de campana, él salió por la ventanilla y se fue a un barranco.

    El rey de Sangüesa también sabe alicatar. Enseña orgulloso la casa que tienen sus padres en el pueblo, que sus hermanos llaman despectivamente "la cabaña", y cuyo suelo se encargó de alicatar. Entre foto y foto recuerda sus años de la mili, que hizo como voluntario de la Cruz Roja, un curso de fontanería y sus peripecias en la mayor plantación de hierbas medicinales de Navarra. De repente, saca dos frascos de la mochila, que siempre lleva consigo cuando monta en bicicleta.

- Mira, esto es un "ingüento" de llantén. Es para las heridas. Y esto de aquí es romero, que sirve para los dolores musculares. Los hago yo. El de llantén tiene que estar un año macerando. Me dicen que no es correcto hablar de ingüentos, que los ingüentos son cremas y estos son líquidos. El de ortiga me lo hecho en el pelo y soy el único de mis hermanos que no está calvo.

    El rey de Sangüesa luce orgulloso una rizada melena al viento, que le otorga su aspecto característico. Un enorme colgante que emula la cabeza de un carnero y que perteneció a un amigo fallecido le hace inconfundible para los paseantes del Arga. Cáritas le gestiona su dinero y vive en una casa tutelada.

- De lo que pago de alquiler, 5 euros son para las cosas de la casa, pero el papel higiénico lo tengo que comprar yo. A veces, cuando alguien me dice que le duele algo, que ha tenido un accidente, que está yendo al fisio y no le hacen nada las pastillas, yo les doy un masaje y se curan. Pero... no piensen mal, ¿eh? Que cuando yo doy un masaje solo voy a lo que voy, que una vez me hicieron un test y resulta que todos los hombres no somos iguales, que a mí me dijeron que lo del sexo no me salía en el test. El Brujo me enseñó a hacer masajes y ahora yo vendo mis ingüentos (porque mis padres me dicen que esto también es trabajo, que antes los regalaba) pero por los masajes no cobro. Yo enseño a la gente a darse los masajes como me enseñó el Brujo.

    El rey de Sangüesa recuerda sus años mozos, en los que ganó varias competiciones con su equipo ciclista. Era un atleta nato, que luego cogió el gusto al ciclismo y también al judo. El Brujo era el fisio de su equipo, un reconocido médico que quiso fichar el primer equipo donde compitió Induráin. Pero brujos y brujas se llaman también a las personas que curan con hierbas medicinales, y entre ellos se reconocen incluso antes de intercambiar palabra. Conoce a muchos maestros, de los que es discípulo y amigo.

- Tengo siete libros de plantas medicinales. Cuatro en Sangüesa y tres me he traído a Pamplona. En Sangüesa mis padres tienen una cabaña, bueno, mis hermanos le llaman cabaña. Pero es muy grande, yo alicaté el suelo. Allí tengo una plantación de hierbas medicinales. Con eso, con lo que voy a recolectar y con lo que puedo comprar, como el alcanfor, hago mis historias. Todo está probado, mis padres y yo hemos sido mis conejillos de indias.

    El rey de Sangüesa también puede considerarse un brujo, es un heavy del río Aragón con un talento innato para ayudar a los demás y un vasto conocimiento de medicina natural. Con uno de sus ingüentos y un masaje sana la rodilla maltrecha de una cicloviajera, mientras lamenta que para poder vender legalmente su magia tendría que patentar sus productos y que Sanidad diera su visto bueno después de apoquinar otra elevadísima tasa (léase soborno). Mientras tanto, en los supermercados pueden adquirirse por el doble de precio de lo que cuestan estos ingüentos, productos como pastillas de cartílago de tiburón, que ya quedó bien demostrado que no sirven para nada. Él confía en el boca a boca, en ese sentido parece que le va bien.

    Cuatro horas después de haberse presentado, nos acompaña a lo viejo de Pamplona. Aún tiene diez minutos para que le dejen entrar en el comedor social y cenar por 50 céntimos de euro. Agradecidos, nos despedimos de una bellísima persona, un curandero de los que curan, un cuerdo en un mundo de locos. Hasta ayer, no sabía que Sangüesa tenía un rey.

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